erasmismo

AMÉRICO CASTRO (ESPAÑA,1885-1972)

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AMÉRICO CASTRO

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Filólogo, historiador y erudito español que nació en Brasil y vivió, estudió y trabajó en España hasta 1939, fecha en la que se exilió a Estados Unidos. Formó parte de la Institución Libre de Enseñanza que fundara Francisco Giner de los Ríos. Era doctor en Derecho y en Filosofía y Letras y fue discípulo de Ramón Menéndez Pidal en el Centro de Estudios Históricos. Se adhirió al manifiesto publicado en 1913 por Ortega y Gasset que propugnaba una salida política para España «superadora del pesimismo noventaiochista». Tomó partido por una solución progresista y defendió sin ambages la causa de la República, razón por la que una vez perdida la guerra tuvo que exiliarse. Fue profesor de la Universidad de Princeton y dictó cursos en otras universidades estadounidenses. Pertenece a una generación de intelectuales que ejercieron su influencia en la vida española hasta acabada la guerra civil. En el Centro de Estudios Históricos, donde inicia su actividad investigadora, publica losFueros leoneses de Zamora, Salamanca, Ledesma y Alba de Tormes en 1816. En 1925 publica El pensamiento de Cervantes, un estudio sobre la relación entre Cervantes y el renacimiento. A su etapa académica en Estados Unidos se deben las ediciones críticas de Fuenteovejuna de Lope de Vega (1940), El vergonzoso en palacioEl burlador de Sevilla de Tirso de Molina (1952), Lo hispánico y el erasmismo (1942), además de otros estudios literarios. Su libro La realidad histórica de España (1954) -revisión de la obra anterior España en su historia (1948)-, que suscitó una airada respuesta de Sánchez Albornoz, es junto con Origen, ser y existir de los españoles (1966) la mejor exposición de su tesis sobre la raíz de la España moderna, en la que considera fundamental la aportación semita de judíos y árabes, para la modernidad de la España medieval, punto en el que difiere del profesor Sánchez Albornoz. Se trata de una polémica de las más difundidas entre el mundo académico español.

FUENTE: http://www.epdlp.com

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TEXTOS :

Américo Castro
El pensamiento de Cervantes (fragmento)

» Podemos afirmar ahora que Cervantes practica de modo consciente el análisis racional de la realidad, y que muy a menudo ha intentado someter las formas de la actividad y de la cultura humanas a normas estrictas, que para él eran reflejo de la íntima e ideal esencia de las cosas. Las teorías sobre el teatro no podrán atribuirse en adelante a motivos ocasionales de rivalidad con Lope de Vega, sin que yo niegue, empero, que esta circunstancia pudiese avivar su espíritu reglamentista; aquellas teorías forman parte de un amplio conjunto. Pero también hemos observado en las páginas precedentes cómo frente a la razón esquemática se erguía enérgicamente lo vital y espontáneo, así como lo real (lo particular) se oponía a lo ideal (universal). Tan complejo dualismo lleva el arte de Cervantes por caminos nuevos y extraordinarios, pero es innegable que su punto de partida vamos hallándolo en zonas bien conocidas del pensamiento renacentista. El lector, sin prejuicios, irá notando que sería por extremo peligroso tomar en serio la zumbona frase del prólogo a la primera parte del Quijote: «Todo él es una invectiva contra los libros de caballerías, de quien nunca se acordó Aristóteles, ni dijo nada San Basilio, ni alcanzó Cicerón. «

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Américo Castro
Glosarios latino-españoles de la Edad Media (fragmento)

» Ya dijo Gröber (Grundriss,I,350) que el «valor de esta clase de fuentes puede mermarse a causa de los yerros de su transmisión, lo mismo que por lo equívoco de la palabra explicativa». Aunque es mucho lo que nos enseñan, según veremos, tanto sobre el latín medieval como sobre el romance.
En la transcripción de las glosas he respetado lo más posible el texto. Era inútil pretenden amoldar esta a veces bárbara jerigonza a la lengua de los diccionarios, pero era razonable intentar acercarse a lo que para los escribas significara un nivel algo estable dentro de tan incorrecto lenguaje.
Puede ser que haya habido alguna oscilación al querer aplicar este criterio, del que ciertamente no he abusado. De todas suertes, el lector hallará en las notas de la edición paleográfica la posibilidad de reconstituir la lección de los manuscritos, y en el vocabulario general se restablece entre corchetes la ortografía correcta. Extremé a veces la conservación de formas bárbaras, reflejo del uso oral de esta lengua de los «clerici» o escolares, sometida a cierta evolución fonética, que no se detiene hasta que la cultura humanística, al restablecer el latín de Roma, la convierte en lengua muerta. En algún caso, en cambio, llevé demasiado lejos de mi corrección, y enmendé a veces sin necesidad. En las «Adiciones y enmiendas» rectifico mi error, siempre que me he dado cuenta de él.
En los artículos del Vocabulario, supongo que el lector tiene a mano el Glosario de Du Cange; por lo demás he procurado ser todo lo breve y sucinto que permitía la claridad.

 

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Aunque el principal interés de estos textos es el lexicográfico, hay que algunas observaciones de carácter paleográfico y fonético para abarcar metódicamente las particularidades de este lenguaje, y contribuir a trazar su perfil. La vida de semejante lengua está combinada por varios factores: la ignorancia de los escribas, desconocedores muchas veces de los más elementales rudimentos del léxico y de la gramática; el ocasional oralismo de su uso, y una tradición gráfica, que actúa desde la época carolingia y se manifiesta también en documentos españoles desde bastante antiguo. A lo primero se deben las monstruosas erratas, que tanto cuesta a veces reducir a su verdadero ser; a lo segundo, el fonetismo de este latín, afectado de las mismas tendencias que seguían vivas en el romance en los últimos siglos de la Edad Media. En ese medio evolutivo se han forjado los llamados semicultismos. «

 

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